Marcamar

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Soy mujer hecha palabra

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domingo, 5 de mayo de 2019

Con el tremendo auge con el que han entrado en nuestras vidas las llamadas "redes sociales" twiter, faceboox, instagram, y otras miles. Quienes teníamos nuestro blog para mostrar a nuestros amigos y amigas, nuestras aficiones, nuestros descubrimiientos o para dar a conocer a personas interesantes, que hayan destacado en cualquiera de las áreas del Conocimiento, Arte o La Literatura, nos hemos dejado envolver por la fuerza arrolladora de la ola y el marullo de la modernidad y hemos olvidado ya la paz que nos prorciona escribir en un blog. Con tranquilidad, cuidando la escritura como se merece y no al tum tum con prisa porque nuestros interlocutores esperan la lectura instantánea.
De esa forma tan alocada, no es posible disfrutar ni recrearnos en nuestras disertaciones literarias, cuidando tanto el fondo como la forma de la escritura.
Esta noche me ha apetecido volver a mi blog, a mi cuaderno de bitácora, a mi Marcando la Mar.
Y escribir pausadamente, disfrutando del placer que me da la escritura serena, sosegada, meditada.
Esta reflexión que me ha surgido así de pronto, me está llevando a profundizar más, en los cambios que va dando las distintas formas de hacer las cosas a lo largo de toda una vida, como en este caso mío, escribir
Yo recuerdo que empecé a escribir con pocos años de edad, sin ir al colegio, en casa, con papá, mamá y las tías.
Me sorprende las buenas maneras que, sobre todo mi madre, me inculcó en aquel momento en el comenzaba a realizar el aprendizaje de algo realmente importante: aprender a leer y escribir.
Cada mañana, después del desayuno, yo tenía que lavarme las manos muy bien, cambiarme ropa limpia, sentarme a la mesa con la espalda recta y los brazos apoyados correctamente y entonces hacía avanzar el lápiz con suavidad sobre el papel dándole forma al contorno de las letras.
A estas alturas de mi vida, vengo a darme cuenta del gran acierto de mi madre al darle solemnidad al hecho de aprender a escribir. Ese momento quedó grabado en mi mente como algo mágico, despertaron mis sentidos, el tacto suave del papel y el lápiz, la goma de borrar, el sentido del olfato al afilar el lápiz. Fue todo un acontecimiento.
Después cuando fui a la escuela, usé la tinta y el plumín, las tizas y el pizarrín para escribir en la pizarra negra.
Más tarde al ingresar en el instituto, ya había bolígrafos. Bick cristal azul para escribir y rojo para subrayar. Pasar aputes a limpio.
Luego apareció la máquina de escribir... taca-taca-taca...aprendí mecanografía, ciento cincuenta pulsaciones por minuto sin mirar el teclado y usando todos los dedos. En la carrera, los trabajos se pasaban a máquina a doble espacio. ¡la perfección de la escritura impresa!
Ahora ya, los ordenadores, desde los antiguos del siglo pasado, verdaderas reliquias hoy en día, hasta meternos en la era digital con los más sofisticados aparatejos del siglo XXI.
La Era de las Nuevas Tecnologías. Y sigo esribiendo.

2 comentarios:

Ligia dijo...

Bonitos recuerdos, Marcamar. Estupendo que de vez en cuando te surjan esas ganas de escribir, no hay que dejarlo, creo yo. Abrazos

Leonardo Hugo dijo...

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