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sábado, 4 de octubre de 2008

MI INFANCIA:ATARDECERES DE SEPTIEMBRE EN LA GOMERA

En el curso de Técnicas Narrativas para escribir Mis Memorias nos ha tocado escribir sobre momentos de nuestra infancia, y naturalmente yo me metí de lleno en aquellos recuerdos que guardo de La Isla de La Gomera, de aquellos atardeceres de septiembre que tanta huella dejaron en mi forma de ser. Y escribí:

"Es ahora, con la perspectiva que da el paso de los años, cuando puedo comtemplar mi infancia, aquella etapa de mi vida que siempre hasta hora me había parecido tan triste, pobre y hasta rayando en lo miserable. Ahora se abre ante mi memoria como un cuento mágico lleno de fantasía y pienso que tuve la infancia más maravillosa que se puede desear en estos tiempos.
Crecí en contacto permante con la Naturaleza, entre sembrados de trigo, cebada o millo, en un pequeño caserío en mitad de una lomada llamada “Lomada de los Almácigos”, lugar remoto y apartado de todo vestigio de civilización, entendiendo por civilización las formas de vida modernas. Allí no había comodidades, todo había que inventarlo, y si no te gustaba lo que te rodeaba, bastaba con imaginarlo.
Si tengo que contar momentos de mi infancia, me quedo con uno de los más significativos para mi: los atardeceres de septiembre.
Septiembre es el mes de mi nacimiento y tiene para mi un halo especial, pues es el mes de la armonía, la calma, la serenidad, ya que pasada la exaltación de alegría que da el verano, no ha llegado todavía los rigores del frío del otoño.
En septiembre, los atardeceres son espectaculares. Cuando el disco solar se va acercando a la línea del horizonte, podemos admirar cómo va el cielo adquiriendo gradualmente toda una gama de colores cálidos. Es en ese momento de la tarde cuando ya no se me necesita en casa ni para atender a mis hermanas pequeñas, ni para pastorear las cabras o para ir a recoger hierba o leña para el fogón.
Entonces me iba a la era y me subía en las montañas de paja recién trillada, deslizándome por ella o dando “la vuelta de carnero” o voltereta.
Luego me tendía sobre la paja y miraba al cielo, y así me quedaba observando cómo iba oscureciendo y el cielo se iba llenando de estrellas.
Eran momentos de paz y tranquilidad y todavía cierro los ojos y puedo escuchar aquel silencio, roto solamente por el cri-cri de los grillos.
Estos atardeceres de septiembre son los responsables de esta forma de ser mía lenta y pausada, que tantos problemas me ha acarreado a lo largo de mi vida, en este mundo actual del movimiento y su eficacia.
Pero no importa, yo, al igual que mi abuelo, cada septiembre, levanto la vista al cielo y hago balance de mi vida, y entonces también me digo .....¡no ha estado mal la cosecha, no ha estado mal!"

1 comentario:

emege-e dijo...

Paso de post a post, y cada vez estoy más emocionada. Llevas la lírica en lo más profundo de tu ser, y por tus venas corre la poesía. He podido "ver y vivir" toda la descripción que haces de tu niñez, en algunos momentos he estado jugando contigo en esa hermosa isla de La Gomera. Felicidades y continua deleitándonos con tus recuerdos. Besitos. Una sevillana