El rey de Las Calmas
Comenzó con un retozar ruidoso desde las entrañas calientes de la Madre Tierra.
No detuvo su movimiento y se revolvía desesperado porque quería asomar la nariz y respirar aire puro.
Pero su inquietud y desespero lo llevó a meterse allí donde no debía, justo debajo de las enaguas del Mar de las Calmas, intentando esconderse y pasar desapercibido.
Y he aquí que sin querer rompió el cascarón y se encontró con que no era esa la bocanada de aire limpio
que él buscaba, sino una gran masa salada que lo aplastaba.
Se enfadó tanto que comenzó a rugir y a bramar como una fiera.
Los pescadores, que desde la orilla lo escucharon, imaginaron sus intenciones y salieron despavoridos rumbo a El Pinar, dejando al caserío de La Restinga disfrazado de fantasma para asustarlo y apaciguar su furia.
Entonces el recién nacido se relajó y se zambulló a placer en las azules aguas del Mar de las Calmas, jugando alegremente con el conocidísimo amigo Pancho, un mero socarrón y apachorrado, que le dijo intencionadamente lo sucio y feo que se le veía.
Por eso se sacudió toda la ceniza que llevaba encima, provocando una inmensa mancha que tiñó de verde-gris el azul intenso del mar herreño, dejándolo todo hecho una pena.
Y así continúa todavía dando que hablar a la gente y provocando con sus juegos de escondite, con sus bombitas flotantes como castañas que saltaran calientes del tostador y flotaran alegres dando saltitos
sobre las sucias y turbulentas aguas que le vieron nacer.
Y todos se preguntan:
¿Se quedará ahí quietecito respirando burbujitas calientes? ¿Se volverá a enfadar y romperá caminos que lo saquen de la salobre envoltura?
Nadie lo perderá ya de vista, están los Roques del Salmor vigilantes y el Roque de la Bonanza con las zarpas levantadas por si este insolente se atreviése a saltarse el litoral y abrir sus fauces de fuego a cielo abierto.
Ya se sabe por aquí cómo son de revoltosos los volcanes recién nacidos.
M.C.M.