“¡Qué bonita es Barcelona!...la ciudad de mis amores …”
Así dice la canción y así repito yo desde hace una semana que regresé de haber pasado allí cuatro días de maratón, recorriendo la magnífica ciudad condal. De verdad que ahora entiendo a la gente que le gusta vivir en una gran ciudad.
Sobre todo si esa gran ciudad tiene la amplitud y la apertura que tiene Barcelona, porque a pesar de ser una gran urbe, el visitante se siente como en su barrio.
Yo he viajado en otras ocasiones a Madrid, y a pesar de que no conozco sino determinadas zonas, no he sentido la comodidad que sentí de esta vez en Barcelona. Se podía andar por las calles entre la multitud sin sentir agobio, La gente no va ansiosa, sino a buen paso y te miran de frente, y hasta parece que sonríen.
Las calles han sido trazadas de forma generosa, amplias, con aceras anchas y los rebajes de accesibilidad con poca pendiente, tan suaves que pasan inadvertidos.
Los edificios, alternando los estilos clásicos con modernos, con fachadas bien cuidadas y que nos hablan de otros tiempos más prósperos, con otro sentido de la estética y el arte aplicados al urbanismo y que gracias a eso, podemos admirar hoy boquiabiertos las maravillas urbanísticas que posee esa gran ciudad que es Barcelona. Los monumentos artísticos como La Sagrada Familia, que me ha parecido algo espectacular, algo inimaginable. No tiene nada que ver con lo que uno espera encontrarse. ¡Hay que estar allí y verla en la realidad! ¡Bendito Antonio Gaudí!
Y bueno, también me encantó el Puerto Olímpico, las Ramblas, el Barrio Gótico, etc.
Pero lo más entrañable que me he traído de Barcelona es el trato personal con su gente. Sí, sí, me han leído bien, no se lleven por los tópicos de que los catalanes son muy suyos, son antipáticos, se sienten superiores y no sé cuantas cosas más que se les atribuyen. Yo digo y expreso lo que pude percibir por mi misma: Una gran ciudad cosmopolita, con todo tipo de razas, desde chinos, africanos, nórdicos, centroeuropeos, sudaméricanos, etc. conviviendo en armonía y respeto. Las personas que conocí más de cerca, como el esposo y la suegra de mi amiga Isa, fueron increíblemente amables y acogedores conmigo. También sus amigos y amigas del club del Tango, que forman un grupo humano de lo más simpático y variado. Las chicas del taller “Ni un pelo de tontas” que se reúnen una vez al mes en un taller de expresión para darle la vuelta a un hecho tan delicado en sus vidas como es el de padecer cáncer de mamas y convertirlo en una forma única de ayudarse entre ellas, aportando sus experiencias, con sabiduría, fortaleza y una buena dósis de humor, aceptación y altruísmo. ¡Sois geniales, chicas, adelante siempre!
Y ya para terminar,... la guinda del pastel ha sido conocer a mi paisana Tona. Esta sí que es el “no va más” de la cordialidad, la simpatía, la sencillez, el cariño, uffff …¡Tona es demasiado! A Tona la conocía sólo de hablar con ella a través de la Onda Tagoror, nuestra emisora talismán de mi isla de La Gomera. Y resulta que me entero de que vive en Barcelona, pero que nació de una manera circunstancial, en el mismo pueblo donde he nacido yo, en Alajeró (La Gomera), y naturalmente que al viajar yo a Barcelona, era de obligado cumplimiento conocernos. Y para qué contar nada más, ya ella me había dicho que anotara en mi agenda lo que era imprescindible visitar en Barcelona: La Sagrada Familia y Tona. Y así fue, y no digo nada más porque ella se merece un capítulo aparte en mi blog.
¡Gracias, Barcelona!
¡Gracias, Barcelona!
Me alegro que lo hayas pasado tan bien.Y yo que pensaba que todavía estabas de bajona...
ResponderEliminarBueno, sólo te faltan algunas fotitos para hacerme más a la idea. Abrazos