El acto fue inaugurado con unas palabras sencillas y muy sentidas del sr. Enrique Jiménez Fuentes, director de Ediciones IDEAS, que hizo de mantenedor del acto.
A continuación, Balbina Rivero hizo una semblanza de la personalidad de nuestra querida Fela, relatándonos con mucha emotividad algunos de los momentos que compartieron juntas.
La velada literaria estuvo amenizada musilcalmente por dos jóvenes virtuosos del piano como fueron Fabián de Prudencio y Lourdes Ramallo y una actuación en directo del dúo conocido como Lancelot, procedente de Barcelona, que merecieron múltiples elogios por parte de los asistentes al acto. Y entre actuación y actuación, fuimos saliendo al estrado algunos de los amigos que colaboramos en el libro, y que íbamos explicando el tipo de relación que nos acercó en su momento a nuestra querida Fela. Entre ellos, los más destacados: Olga González de Servando, Juan Antonio Batista y López de Vergara, Ángel Nazco, y muchos otros, entre los que tuve el honor de contarme.
El broche final de tan sentido homenaje lo pusieron las palabras entrecortadas por la emoción, del hijo mayor de Fela, Juan José Olives Palenzuela, que disertó durante breves minuto acerca de la figura de su madre, a la cual él siempre vió como maestra abnegada y dedicada enteramente a su profesión. Tanto fue así, que él mismo reconoce la influencia que la personalidad de su madre ha ejercido en sus hijos, ya que tanto él como su hermano y su hermana se han dedicado también a la docencia.
Y quiero terminar, exponiendo mi colaboración en este libro, donde relato las circunstancias en que yo conocí a la señora Fela:
LA PROFESORA DOÑA FELISA PALENZUELA
Conocida como Fela en su grupo de amistades.
A Doña Fela, yo apenas la conocí. Sólo la vi creo que dos veces: cuando le hicieron el homenaje en La Librería del Cabildo y en la presentación del libro de cuentos del amigo José Manuel Hernández Frías, en la Casa de Venezuela.
Sin embargo, me impactó el cariño y devoción que todos sus amigos y amigas le profesan y mucho más me impactó su carácter afable, jovial y sencillo. Sentí una enorme simpatía hacia ella y ahora me la imagino “en el otro lado de la vida” haciendo lo que siempre supo hacer: enseñar al que no sabe, pues ha sido maestra al igual que yo.
Cuando nuestra querida amiga Balbina, escritora muy conocida, me invitó a participar en el libro dedicado a la memoria de doña Fela, sentí que era mi oportunidad de saldar una pequeña deuda que mi conciencia había contraído con nuestra homenajeada.
Me explicaré: A doña Fela le rindieron un homenaje en la Librería del Cabildo, que fue organizada por mi buena amiga doña Olga González de Servando, y como ella sabe que yo soy muy aficionada a la poesía y me gusta recitar, pues me invitó a participar en el evento. Yo acepté encantada,
mucho más tratándose de una colega de profesión, pero cometí un error.
Como hacía poco que yo le había dejado a Olga un poema mío para ser publicado en un diario local, creí que sería el que ella me tendría preparado para recitarle a doña Fela . Y me presenté al acto sin llevar poema alguno. Cuando me llegó el turno de recitar.... allí estaba yo toda despistada porque Olga no tenía mi poema....¡qué bochornosa situación la mía!
Pero el amigo y gran poeta, don José Manuel Fernández Febles, tan caballeroso como siempre, me ofreció un bello poema suyo para salir del apuro.
Después de terminar el acto, me acerqué a doña Fela y la saludé, disculpándome por mi negligencia. Conversamos un momento sobre nuestra profesión y me presentó a un hijo suyo, también profesor. Entonces al despedirme, le prometí a doña Fela que le haría llegar un poema mío que ya tenía escrito de hace mucho y que había titulado “SER MAESTRA.
Pero el hecho de haberse producido el óbito de la buena amiga Fela sin yo cumplir mi promesa, me produjo un profundo pesar, porque aunque seguramente a ella se le habría olvidado mi promesa, pero yo me quedé con ese cargo en mi conciencia.
Y mira por dónde que ahora Balbina, como un verdadero ángel que es, me da la oportunidad de que Fela, allí donde esté, pueda tener mi poema con ella. Me parece poder verla sonriendo benévolamente al escuchar de nuevo mi chascarrillo.
¡Gracias, Balbina!
¡Para usted, doña Fela, con todo mi cariño, mi respeto y mi admiración, va dedicado este humilde poema!
SER MAESTRA
Ser maestra vocacional
es toda una gran fortuna
pues no hay mejor aventura
que la formación mental
de todo aquel personal
que ante ti ves expectante,
son esos tus estudiantes
los que ávidos de saber
te miran con gran placer
como nadie lo hizo antes.
Ser maestra es dibujar
en las mentes infantiles
las ideas más sublimes
que se han de realizar
es igual que recrear
aquello que Dios creó
y que a ti se te encargó
cual si fueras jardinero
para sembrar el primero
semillas de la ilusión.
Ser maestra es merecer
la confianza de guiar
a quien se deja llevar
por las sendas del saber
ayudándole a conocer
el mundo en que va a vivir
que no le hagan sufrir
que nadie pueda engañarlo
consiste en eso educarlo
para que sea feliz.
Ser maestra es sorprenderte
cuando vas por cualquier lado
y sientes que te han llamado
te vuelves y un jovencito
pregunta de hito en hito:
-¡Maestra!... ¿no me conoces?-
Te ruborizas entonces
y recuerdas cuando niño
al que ahora con cariño
te saluda hecho un hombre.
Mari Carmen Martín
Ser maestra vocacional
es toda una gran fortuna
pues no hay mejor aventura
que la formación mental
de todo aquel personal
que ante ti ves expectante,
son esos tus estudiantes
los que ávidos de saber
te miran con gran placer
como nadie lo hizo antes.
Ser maestra es dibujar
en las mentes infantiles
las ideas más sublimes
que se han de realizar
es igual que recrear
aquello que Dios creó
y que a ti se te encargó
cual si fueras jardinero
para sembrar el primero
semillas de la ilusión.
Ser maestra es merecer
la confianza de guiar
a quien se deja llevar
por las sendas del saber
ayudándole a conocer
el mundo en que va a vivir
que no le hagan sufrir
que nadie pueda engañarlo
consiste en eso educarlo
para que sea feliz.
Ser maestra es sorprenderte
cuando vas por cualquier lado
y sientes que te han llamado
te vuelves y un jovencito
pregunta de hito en hito:
-¡Maestra!... ¿no me conoces?-
Te ruborizas entonces
y recuerdas cuando niño
al que ahora con cariño
te saluda hecho un hombre.
Mari Carmen Martín
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