LAS LIBRERÍAS
Las
librerías son lugares sagrados como lo pueden ser las iglesias, los
santuarios o los camposantos. En ellas se encuentran muchas almas que
buscan dueños, muchos sueños que buscan amos, historias inacabadas
o sugeridas que buscan a autores incipientes que le den un giro en su
trama y le añadan otro final distinto.
En
las librerías viven duendes de todo tipo: bonachones, quisquillosos,
embaucadores, divertidos, … ¡qué se yo, miles de duendes!
Cuando
llegas a la puerta de una librería, solo tienes que aspirar su olor,
es inconfundible, hasta con los ojos cerrados, se puede adivinar que
estás ante la puerta de una librería. Huele a magia, a pócimas de
encantamientos, a tiempos antiguos, a tiempos futuros, a bosques
intrincados, a playas desiertas, a mar abierto, a abismos, a nubes
tenebrosas, a cielos limpios y despejados, a sol radiante, a lluvia
serena, a tormentas, a luz y a oscuridades.
Cuando
uno se adentra en una librería, se para el tiempo, enmudece el
bullicio, se hace el silencio y comienza la aventura. Te sientes
inmerso en otra dimensión, donde no existen ni tiempo ni espacio,
donde los sentidos tienen distintas percepciones, donde puedes ver
más allá, donde puedes oir sonidos inaudibles para el resto de la
Humanidad, donde el tacto percibe texturas nuevas y donde se pueden
paladear sabores nunca antes conocidos.
Por
eso, amigos, amigas, cuando usted traspase el umbral de una librería,
santígüese, si es creyente, descúbrase la cabeza si lleva sombrero
o haga una venia a modo de saludo y o de deferencia al lugar sagrado
que usted pisa.
Y
esté dispuesto a vivir una aventura, porque usted sabrá quién es
al entrar, pero no esté tan seguro de ser el mismo al salir. Se lo
digo yo, hágame caso.