En el día de la madre siempre hemos hablado desde la experiencia de ser hijos e hijas, pero hoy me apetece hablar como madre. Y no de la experiencia de parirlos y criarlos sino de las sensaciones que experimentamos en el tiempo de gestación.
Todas las mujeres que hemos sido madres
recordamos la sensación extraña que nos embargó
en aquel primer instante en que supimos
que dentro de nosotras comenzaba a germinar una vida.
Te sentías como una diosa, como un
ser privilegiado al que Dios le había
concedido el don de concluir la obra divina
de la Creación del Universo.
Durante nueve meses el cuerpo de la mujer
se convertirá en un perfecto laboratorio
donde se producen y desencadenan miles de
reacciones químicas tan complicadas que sólo se pueden realizar en ese precioso nido
al calor del amor y al ritmo de un corazón humano, en este caso, un corazón de mujer.
Mientras, los sentimientos y pensamientos
de esa mujer y todos sus actos, quedarán condicionados
y dedicados por entero a ese nuevo ser
que poco a poco se irá desarrollando
hasta el momento cúlmen del nacimiento.
Es indescriptible la sensación _ y todas las madres lo sabemos_
que se puede experimentar cuando por primera vez notas
que una nueva vida bulle en tu interior,
esos movimientos casi imperceptibles al principio
y esos patadones o pataditas al final,
según el carácter que traiga,
cuando se da la vuelta, cuando cambia de posición,
cuando bosteza o cuando estornuda,
cuando está incómodo, etc.
Todo eso lo percibe una madre cuando todavía
su hijo no ha llegado a este mundo.
El momento decisivo del parto, en el que
la madre se entrega totalmente para que su hijo/a
vea la luz de este mundo y comience a vivir su propia vida.
Un momento grandioso y único es aquel
en el que se corta el cordón umbilical
que ha servido de vínculo entre madre e hijo
pues a través de él se ha formado una vida.
Simbólicamente ese cordón umbilical,
aunque realmente ha sido cortado,
emocionalmente seguirá existiendo
y perdurará hasta la Eternidad.
Y a partir de entonces, la vida de toda mujer, jamás podrá desvincularse ni desentenderse
de la circunstancia más importante que le ha tocado vivir y que la marcará por siempre con un sobrenombre que hoy celebramos:
¡MADRE!
Mari Carmen Martín
DEDICADO CON ESPECIAL CARIÑO PARA MI MADRE, QUE TODAVÍA PUEDO DISFRUTAR DE SU PRESENCIA.
PARA MI SUEGRA QUE ES EL PRIMER AÑO QUE ME FALTA Y QUE ME SONRÍE DESDE EL CIELO.
Y PARA MIS DOS HIJOS: MÓNICA Y PABLO POR HACERME SENTIR LAS SENSACIONES QUE HE DESCRITO.
¡FELIZ DÍA DE LAS MADRES!